Y a quién buscas…


Dejas caer el vestido lentamente al suelo
y el frío te golpea de pronto la espalda.
Un suspiro toma tu boca y escuchas el ruido
de tu voz en el cuarto.

No importa tu figura lejana en el vidrio,
no te hace temer el suelo, cuando
dejas que tus pies lo toquen; descalzos.

La casa es tuya en la inmensidad del silencio,
muestra inequívoca de la ausencia de otros.
Cuando nos sentimos solos una sensación de fuerza
nos entra por los poros y nos domina.

Para luego salir corriendo y dejarnos vacíos,
drogados de miedo y a la espera de cualquier ruido.
Nos volcamos hacia adentro en busca de calor,
temblamos cual pichones en el nido abandonado.

¡Gritaste! Pero nadie escuchó.
Tomaste el vestido helado y solitario.
Lo dejaste caer en tu cuerpo.
Saliste muchacha, corriendo a buscarte…

Sin fecha…

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