Nostalgia de sal, o de cosas, o de alguien…

Que callado está el mar
desde mi casa en el valle.
Silente el viento no baila en la sal,
y la espuma de nubes no desaparece en mi mano.

Los pies no sienten las cosquillas,
quizá porque aún descalzos no acaricián
rocas enormes hechas polvo por el eterno
deshojar de montañas, entre viento y agua.

No huele a lluvia mar adentro,
en mi casa se han olvidado de dejar
una ventana abierta, por si esa brisa llega
escapando de tanto calor que arrulla la costa.

Y si cierro las ojos y guardo silencio,
no aparecen los grillos y las chicharras
peleando a todo pulmón por la voz principal
en la ópera del atardecer o de la luna que sale.

De pronto estar en otro sitio
parece mejor a las seguras aguas
del calmo mar de mí cama,
la cálida noche de la ropa de dormir, el hogar.

Y si cierro los ojos fuerte, fuerte.
Respiro profundo hasta estirar todo el diafragma.
Y dejo el aire salir despacio, lento.
Como la última ola, la más chica, la que desaparece…

19-Julio-2010

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