24/oct/2006


En el silencio del último espacio de luz,
ese mismo que se abre después del correr de las palabras.
En el silencio del frió de los cubículos y los vestigios de humanidad,
que se traslucen entre boronas y una que otra pequeña planta.

Entre las notas de un piano y la voz temblorosa de Silvio,
cuando el golpeteo de los dedos es sutilmente doloroso.
A la hora en que el cuarto café se ha enfriado demasiado,
y los seres aun existentes no conocen mi corto nombre.

Es en esos momentos en que la vida vuelve a tener sentido,
y las cosas por las que grité hace años regresan a tocar mi espalda.
Es ahí cuando el tumulto de libros que siempre quiero leer,
me hace cosquillas en la sien, al tiempo que me lamento del tiempo.

¿Cómo es posible que la vida transcurra inexorable ante nuestros ojos,
mientras seguimos dejando que unos reflejos de cristales nos arrebaten el alma?
Me pregunto esto, al digitar frases sin otro fin que dejar que pasen los minutos,
para esperar que el ordenador inicie las notas de aquella canción.

“Cuentan que cuando un silencio, aparecía entre dos, era que pasaba un Angel…..”

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