Los días desaparecen como la tinta, se acaban.
Los días
desaparecen entre la congestión vial del desayuno, siempre posterior al inicio
laboral. Y las responsabilidades impostergables de mantener dos canes en el
recinto donde habitamos cuatro mamíferos y unas cuantas plantas.
Siempre es
de noche cuando el cerebro me ordena pensar en los placeres prohibidos para el hombre
moderno. Silencio, música, unas cuerdas,
alcohol, silencio, unas hojas impresas, unas hojas rayadas, tiempo. Para
perderlo entre todas las palabras atrás atrapadas por comas.
Y el
absurdo me persigue agotando la tinta en el bolígrafo, obligándome a firmar.
Acto final en mis cuadernos, arrebato del que calla.
Oct, 30.
2014
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